domingo, 27 de octubre de 2013

Inducción aragonesa para calentar la cazuela

     Muchos no saben que la placa de inducción de su cocina empezó a gestarse hace treinta años en la imaginación de un equipo español, que probó su primer prototipo fundiendo unas onzas de chocolate de una tienda de ultramarinos de La Bañeza (León). Esta semana, la empresa BSH, antigua Balay, ha conmemorado la fabricación 5 millones de estas placas en su planta zaragozana de Montañana. 

Placa de induccion moderna de Balay

     Zaragoza, principios de los años ochenta. Tras superar los desafíos tecnológicos, lidiar con los altos costes de los componentes electrónicos y la falta de medios, el primer prototipo de una placa de inducción parecía terminado. Solo quedaba probarlo.

     Tomás Pollán, físico de carrera, ingeniero de formación y uno de los diseñadores de esta primera placa, había traído chocolate a la taza de la tienda de ultramarinos que regentaban sus padres en La Bañeza (León). El equipo puso unas onzas en el puchero y unos minutos más tarde, se fundieron. El prototipo funcionaba.

     En este tipo de placas, la cazuela se calienta por un campo electromagnético generado gracias a una corriente eléctrica que se aplica a una bobina plana. El desafío  era desarrollar una superficie de vitrocerámica lo bastante delgada para que la bobina estuviera lo más cerca posible del puchero y pudiera disipar la energía.

     Han pasado ya más de treinta años desde que un grupo de profesores y alumnos de dicha universidad, en colaboración con ingenieros y físicos de Balay (actual BSH) idearan y fabricaran la primera placa de inducción. Fue un proyecto y desarrollo pionero a nivel global. Tan pionero que Balay lo patentó en todo el mundo y lo convirtió en producto en 1989.

Fuente: Agencia SINC