Placa de induccion moderna de Balay |
Zaragoza, principios de los años ochenta. Tras superar los desafíos tecnológicos, lidiar con los altos costes de los componentes electrónicos y la falta de medios, el primer prototipo de una placa de inducción parecía terminado. Solo quedaba probarlo.
Tomás Pollán, físico de carrera, ingeniero de formación y uno de los diseñadores de esta primera placa, había traído chocolate a la taza de la tienda de ultramarinos que regentaban sus padres en La Bañeza (León). El equipo puso unas onzas en el puchero y unos minutos más tarde, se fundieron. El prototipo funcionaba.
En este tipo de placas, la cazuela se calienta por un campo electromagnético generado gracias a una corriente eléctrica que se aplica a una bobina plana. El desafío era desarrollar una superficie de vitrocerámica lo bastante delgada para que la bobina estuviera lo más cerca posible del puchero y pudiera disipar la energía.
Han pasado ya más de treinta años desde que un grupo de profesores y alumnos de dicha universidad, en colaboración con ingenieros y físicos de Balay (actual BSH) idearan y fabricaran la primera placa de inducción. Fue un proyecto y desarrollo pionero a nivel global. Tan pionero que Balay lo patentó en todo el mundo y lo convirtió en producto en 1989.
Fuente: Agencia SINC